Cinco micros de Pablo Gonz



EL PRESO DE LA CELDA 8

Con esa paciencia típica de los dementes, el preso de la celda número 8 fue juntando trozos de alambre e hizo con ellos un barrote metálico que añadió con disimulo a los que cerraban su ventana. Luego, con otros desechos y mucha más paciencia, agregó nuevos barrotes y un apretado tejido hecho con fibras que recogía en el patio. También subía a su celda piedrecitas que iba pegando a los muros con chicle o con pegamento, incluso con masa de pan. Fue un trabajo tan delicado y constante que nunca, en ninguna de las revisiones técnicas, se descubrió que aquella celda era mucho más angosta y recogida que las demás. Quizás por eso su ocupante fue el único superviviente al incendio que arrasó el edificio una tórrida noche de verano. Lo encontramos envuelto en una manta mojada, murmurando cosas incomprensibles. Parecía feliz. U orgulloso.



EN EL PAÍS DE LOS TUERTOS

Cada cincuenta o sesenta años nace, en el país de los tuertos, un niño con ambos ojos. Suele ser un niño odiado y, por tanto, sufre. Pero no falta, antes o después, el alma caritativa que le arranca un ojo. O los dos.



21 DE ABRIL 

Al viejo marino borracho y blasfemo, al espantajo de barba hirsuta y ojos sanguíneos, al indecente que mea en las esquinas e insulta a todos, a ese energúmeno monstruoso y salaz, hoy lo vi llegando al cementerio con un ramito de flores. Iba muy serio él. Y se había peinado con gomina.



PRECUELA

–Para mí que está muerto –pensó el dinosaurio–: no me lo como.



EL POETA

Al término de la sesión de lectura, uno de los internos se acercó al profesor y le pidió prestado el libro. «Es para estudiar un poco –fue la excusa–. Se lo devuelvo la semana que viene.» Y ya lo vemos caminando por un pasillo, recorriendo con calma la galería, de pie frente al portón de su celda. Poco después, cuanto entre, hojeará durante un rato el libro y tomando lápiz y papel anotará lo siguiente: «hola Carmen ayer de noche te escriví esto Me gusta cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca...




Pablo Gonz 


(Sevilla, 1968) Hasta los tres años vivió en São Paulo (Brasil), y a esa edad su familia se trasladó a Barcelona, donde permaneció hasta 1976. El siguiente destino fue Madrid, que lo acogió durante la mayor parte de su infancia y juventud. Durante los años 1991-1992, Pablo Gonz vivió en Múnich (Alemania), donde se produjo su definitivo acercamiento a la literatura. Desde 2001 reside en las cercanías de Valdivia (Chile). Ha publicado las siguientes novelas: La pasión de Octubre (Alba, Barcelona, 1996); Experto en silencios (Bitzoc, Palma de Mallorca, 1997); Los hijos de León Armendiaguirre (Planeta, Barcelona, 1998); Libertad (Uqbar, Santiago de Chile, 2008); Mío (Carisma, Badajoz, 2008); Novela 35, lebensráumica (20:13, Valdivia, Chile, 2013) y Lavrenti y el soldado herido (20:13, Valdivia, Chile, 2014). También cuenta con un libro de minificciones titulado La saliva del tigre.



 El Aforista