Aldo Altamirano: Fratricidio y otros micros
El disparo fue certero y causó la muerte inmediata. Creyó que al matarlo se irían con él las frustraciones acumuladas durante las dos últimas décadas. Sin embargo, desde ese preciso momento comenzaron a brotar en la casa hermosos recuerdos familiares.
Paola Tena: Rebajas y otros micros
Empezaron las rebajas. Vi el que me gustaba colgando de una percha pero otra mujer se me adelantó y lo aferró de una manga. Se lo llevó al probador y la esperé por fuera, pensando que si no le gustaba lo dejaría por allí. "¿Se lo lleva?", le pregunté cuando la vi salir. "Sí", me contestó con un tonito engreído. Así son las rebajas, me dije intentando consolarme, quien lo ve primero...
Ángel Fabregat Morera: Soledad y otros micros
Ocurrió el pasado viernes. Hacía unas horas que ya no llovía. Estaba oscuro y desierto. Bueno no, había un anciano que debía de estar calado hasta la médula. Tiraba migas de pan a las palomas. Pero no había ninguna. De nuevo, empezó a llover.
David Vivancos Allepuz: Triplelunio y otros micros
Desde que salen tres lunas, una debajo de la otra, alineadas como los botones de una inmensa camisa de negra seda, aún se entiende menos el comportamiento de las mareas. El ayuntamiento ha cesado, por innecesarios, a dos tercios de los serenos. Los poetas que no se han colgado de un árbol se pasan las horas suspirando.
María Belén Aguirre: Leibniz y otros micros
“Este es el mejor de los mundos posibles”, reflexionó compungido desanudando la soga de su cándido cuello. Y desde entonces empuñó la fe como argumento.
Paola Cescon: La otra comedia y otros micros
Mortalmente desconsolado, la encuentra flirteando, muy fresca, en el Canto I. Para Beatriz, habitar siglos de Paraíso se había tornado un Infierno.
Arnoldo Rosas: Perspectivas y otros micros
Desde este ángulo de la plaza veo pasar los trenes como si cruzaran por entre los chorros de la fuente. El agua cubre el techo de los vagones, humedece las paredes de metal y se mete a raudales por las ventanas abiertas.
Pedro Arturo Estrada: Arcangélico y otros micros
Mi arcángel favorito se esconde en el baño del bar en caso de apuro. Toma la figura del lustrabotas si es preciso. No me pierde de vista. A veces me lo encuentro por casualidad en la calle y, aunque cambie de acera, no puedo escaparme a su saludo. Me reprocha un poco andar vagabundeando por ahí, no estar temprano en casa, aplazar mis deberes. Le digo que me deje ser como soy. Que no se inmiscuya.
Xavier Blanco Luque: El accidente y otros micros
El niño había ensayado, sin descanso, su papel en la obra. Una tarde tras otra, frente al espejo, había memorizado cada una de las palabras, cada uno de los gestos. También las risas.
Nélida Cañas: Fatalidad y otros micros
La lluvia ha caído torrencialmente entre los dos. Ha desdibujado los contornos. Cuando extienden las manos para abrazarse, comprueban que han sido arrastrados en sentidos opuestos.
Nana Rodríguez Romero: El abrazo y otros micros
Al ver cómo las últimas hojas del otoño se aferraban a los árboles, negándose a morir, se miraron a los ojos y para derrotar la soledad, inventaron el abrazo.
Manu Espada: Mal de amores y otros micros
A la paciente le parecían preciosas las notas de amor que el médico le escribía en las recetas, por eso se enamoró del farmacéutico que se las leía.
Homero Carvalho Oliva: El hombre soñado y otros micros
El hombre existe porque su mujer lo ha soñado así para toda la vida. Lo ha soñado alegre, atlético, galán y viril; sin embargo, cuando la mujer despierta deja de existir, porque el hombre que duerme a su lado no se parece en nada al de sus sueños.
Ángeles Sánchez Portero: Pérdidas y otros micros
En los días de niebla, el río cruje. A los indecisos, el río les parece una nube almidonada, e imaginan, algunos, que rebotarán en esa colchoneta como cuando niños; a otros se les antoja una pátina de humo y creen que nadie oirá el ruido de su cuerpo al caer, o acaso será como el breve chasquido de un mechero, un leve roce, un segundo y luego luz.
Javier Puche: Rezar y otros micros
Rezar en voz baja. Eso hace el paracaidista desde aquel día. Rezar en voz baja mientras el viento agita con levedad la enorme telaraña donde permanece adherido. Rezar en voz baja sus oraciones. Y no dejarse intimidar por los esqueletos que penden alrededor.
Federico Spoliansky: Cinco piezas de Duda Patrón
Sería imposible vivir sin pisar. Cuando pisamos perturbamos la vida que existe debajo de las suelas, movemos la suciedad de los otros y no es delito, ¿o sí?, transportar el delito de los otros.
Cristian Cano: El árbol viejo y otros micros
El viento tironea del árbol y es como una guerra, pero una que sólo él entiende. La vive. ¿La sufre? ¿O es su lucha necesaria? A veces sospecho que está enojado y que hace todo ese lío porque no se tolera. Me recuerda a cuando éramos chicos y nos arrancábamos los pelos.
Jesús Esnaola: Insominio y otros micros
Acabo antes que el día, necesito el sol para poder volar. También él necesita la noche, porque durante el sueño el hígado volverá a crecerle, deshará mi trabajo para que pueda volver a empezarlo al día siguiente. Regreso.
Sara Lew: Bestiario y otros micros
Por las mañanas les ponía nombres y las catalogaba. Por las tardes, sentada junto a la única ventana que daba al exterior, la vieja urdía con sus lanas las jaulas que usaría durante la noche para atrapar a las bestias que poblaban sus sueños.
Miriam Chepsy: Creación y otros micros
Y un universo se creó en su interior. Las palabras se condensaron como galaxias narrativas que giraban atraídas por la fuerza de una Idea.
José Luis Sandín: El laberinto y otros micros
Entra en un sueño distinto cada vez que decide el rumbo: derecha o izquierda. Algunas veces vuelve sobre sus pasos, mas el camino ya no es el mismo ni lo recorre a la inversa.
Iván Teruel: Amor filial y otros micros
Hoy mamá nos dice que se pegará un tiro. Y es extraño, porque ella siempre amenaza con las vías del tren y además en casa nunca ha habido pistolas. Pepe y yo hablamos. Decidimos que él salga a comprarla mientras yo me quedo buscando una caja y papel de regalo.
Mar Horno: Frío y otros micros
La mujer que siempre tenía frío pasaba las noches atizando el fuego. Metía las manos en las ascuas y después se chupaba los dedos quemados que sabían a azufre.
Lola Sanabria: Rebelión y otros micros
La piedra impactó de lleno. El rótulo luminoso se destripó sobre la acera. Los indignados derribaron la puerta de una embestida. Admiraron la delicadeza de los frascos que reposaban en las estanterías.
Daniel Frini: Cuatro micros
Tanto amó el hombre a los suyos que, por amor, se hizo odiar. Así fue como triunfó y les evitó la pena de su partida. Pronto fue olvidado. Nadie recuerda su nombre y, menos aún, dónde fue enterrado.
Santiago Gil: el nombre de los ausentes
Cada mañana escribía en un pequeño papel que luego se metía en el bolsillo, el nombre de alguno de sus muertos más queridos. Lo llevaba a todas partes y de vez en cuando recordaba la cara y los gestos del ausente. Al llegar la noche quemaba el papel y lo volvía a convertir en cenizas.
Tres micros de Alberto Sánchez Arguello
Caperucita se despidió de la abuela, apretó fuerte la canasta de comida y el fajo de dólares bajo su falda y se fue. Pasó un río amarrada a un neumático. Casi se mata al caerse del techo de un tren en movimiento. Recorrió un desierto a través de infinitos túneles de tuberías oxidadas y malolientes.
Ocho micros de Elisa de Armas
Cada vez que termina un poema pliega el papel, forma una pajarita y la arroja por la ventana. Casi todas terminan en el suelo, arrugadas y polvorientas. Solo algunas, las portadoras de auténtica poesía, agitan las alas y se pierden en el horizonte.
Seis micros de Esther Andradi
Mi cara se parece cada vez más a una pasa. Las arrugas me visten la sonrisa de lomo de tortuga, el llanto de crisálida, la seriedad de pasa nomás. Por eso bebo tanto. Para macerarme en alcohol y así poder tragarme. Lástima que no puedo sobornar al espejo. Pero quizá termine disolviéndome en saliva, acogiéndome al privilegio de las hostias.
Gilda Manso: El viajero y otro micro
El hombre diminuto que vive desde siempre adentro del reloj de arena y el hombre no tan diminuto que vive desde siempre adentro del vientre de la ballena tienen algo en común: ambos creen que eso que ven es todo el mundo.
Tres micros de Javier Ximens
Las figuras del ajedrez, en perfecta ordenación, son ejércitos dispuestos a matarse por defender a su rey. Cuánto más me gustan tras la partida, amontonadas en la caja, las fichas mezcladas, ya sean blancas o negras, al margen del rango y sexo, tumbadas unas sobre otras, en una hermosa orgía bicolor.
Seis micros de Francesc Barberá Pascual
Todo empezó cuando me trasplantaron las dos manos. En tan solo dos semanas ya era capaz de escribir y manipular objetos casi con normalidad. Sin embargo, aquello no era lo más asombroso. Al poco tiempo descubrí que podía tocar el piano, a pesar de no haberlo hecho en mi vida. Luego me pasó lo mismo con los malabares y la papiroflexia. Incluso llegué a hacer algún truco de magia.
Once micros de Sandro W. Centurión
La viste y enseguida supiste que matarías por ella. Te miró, y de inmediato supo que podría hacerte matar a quien quisiera.
Entrevista a Clara Obligado
Valeria Correa Fiz entrevista a Claro Obligado, reputada autora de microficciones y divulgadora del género a través de antologías y talleres literarios de merecida fama nacional e internacional.
Cinco micros de Pérez de la Ossa
Me he despertado sin cara, estoy seguro de que me la han robado. A mí es la primera vez que me ocurre, pero estoy harto de ver gente con una cara que no es la suya. Llevo todo el día pensando en qué hacer, cómo salir a la calle, cómo reconocerme. He llamado a un carador urgente y me ha prometido traerme varias a lo largo de la mañana, pero mira, ya son las dos y no viene.
La tiranía de los espejos, de Carlos Vitale
De niño, en el barrio, se relataba la aventura de un vecino que había sobrevivido a un naufragio flotando durante una semana sobre una puerta. Desconozco quién era e incluso si la peripecia acaeció de verdad, pero no dejo de meditar en ese hombre, azul y agua, negro y agua, asido a una puerta por la que no es posible huir.
Diez micros de Ortiz Soto
Hundido en su sillón, Dios mira llover. Es el día cuarenta por la mañana, pero la oscura bruma no permite saberlo. En los escarpados picos de las montañas más altas, animales y humanos se disputan un palmo de tierra que, minutos después, yace bajo el mar. Son las agotadas aves migratorias las últimas en caer. En medio del océano anegado de muerte va el Arca con los pocos bendecidos. Aquello es todo lo que queda de su gran obra. Dios no puede más con tanto dolor y dispara…
Camps y sus pliegues en la realidad
De vez en cuando el mago se equivoca. Espera sacar un ramo de flores, pero aparece un manojo de espárragos. No se inmuta; es un artista, y rápidamente incorpora la novedad al espectáculo. Finge meterse un pañuelo en la boca y, cuando va a tirar de él, brota una ristra de salchichas. El público aplaude enfervorecido su originalidad. Nadie sospecha que la patata que hace flotar en el aire, por encima de su cabeza, es un imprevisto
Cinco micros de Pablo Gonz
Con esa paciencia típica de los dementes, el preso de la celda número 8 fue juntando trozos de alambre e hizo con ellos un barrote metálico que añadió con disimulo a los que cerraban su ventana. Luego, con otros desechos y mucha más paciencia, agregó nuevos barrotes y un apretado tejido hecho con fibras que recogía en el patio. También subía a su celda piedrecitas que iba pegando a los muros con chicle o con pegamento, incluso con masa de pan. Fue un trabajo tan delicado y constante que nunca, en ninguna de las revisiones técnicas, se descubrió que aquella celda era mucho más angosta y recogida que las demás.
Mónica Ortelli y sus criaturas del agua
A poco de hacer cumbre la suerte le fue adversa. Un descuido y ahora yace con las piernas rotas mirando una franja de cielo desde el fondo de una grieta. Solo. Nada sabe de los otros, los que fueron arrastrados por el agua durante la escalada. Ni sabrá, presume. Al menos hace unas jornadas que no ha vuelto a llover. Exactamente desde cuando se abrieron las nubes y el sol lo encegueció; el tiempo que lleva en la hendidura.
Empecé a escribir esos textos hace años sin ningún objetivo concreto. Era una mezcla de ejercicio de afecto con el reconocimiento de la escritura. De afecto, porque son semblanzas de alumnado que tuve en mis primeros años de maestra y me apetecía escribir lo que recordaba de ellos, su ingenuidad, su mirada limpia, su creatividad, sus detalles angelicales. Y respecto a la escritura porque ya en ese tiempo tenía el blog y me daba cuenta que una parte mía, nueva y sorprendente, se me presentaba y, además, precisaba de ella. Con el paso del tiempo, pensé en que todas esas semblanzas podían formar un libro y así lo he hecho.
Cinco micros de Paz Montserrat Revillo
Observa cómo la fila se hace cada vez más corta. Dentro de nada le tocará a ella. Mete el dedo justo donde se está descosiendo el dobladillo del uniforme. El hilo se tensa sobre su dedo y al final cede a la presión.
Esta vez solamente tiene una pelea con su hermano y una desobediencia a su mamá. Tonterías. Necesita urgentemente algo más.
Cinco micros de Rubén Pesquera Roa
La caverna se abrió ante el flautista y, a su vez —a unos cuantos pasos de la entrada— apareció el abismal despeñadero. Cuando la última de las ratas se hubo precipitado al vacío, el artista exigió el pago convenido. De los notables de Hamelin sólo obtuvo como respuesta amenazas y carcajadas. Iracundo, regresó a la claraboya de la gruta e interpretó una nueva melodía.
Presentamos una brevísima selección de microrrelatos o minificciones, de otros tantos autores latinoamericanos, realizada por nuestra coeditora Patricia Nasello. Todos ellos son escritores de una dilatada trayectoria literaria y firmemente comprometidos con el género exiguo, por lo que de algún modo esta es una muestra de amplio espectro, muy significativa, del estado actual de la narrativa breve en Latinoamérica.
Roberto Villar: Todo tiene su luz
Todo tiene su luz para que sea posible. No sólo para que sea posible verlo, sino crearlo. La mañana, la tarde, la noche, el salón, el sofá. Todo tiempo tiene su tiempo y todo tiene su luz, su música, su clima.
Los anticuentos de Esther Roperti
Esta Cenicienta era muy lista. Cuando bajó corriendo las escaleras de palacio, no sufrió cortaduras en sus pies: sabía que las zapatillas de cristal producen heridas. Y que dejan un rastro que siguen los príncipes fetichistas.
La paloma de la realidad, de Álvaro Campos
La memoria se está gastando, las billeteras no pueden ocultarse más. Sólo queda algo único, antes de que el mundo se desmorone: el encuentro constante e inagotable con la paloma de la realidad...
Seis micros de Carlos de la Fé
A veces somos el último refugio sobre el que un ser anodino es capaz de aplicar un toque extravagante, chic o sofisticado a su triste y aburrida vida.
Juan Yanes: Mujer con maleta y otros micros
¡Ven y amémonos y olvidemos la crítica literaria, olvidemos a los exégetas y a sus epígonos y seamos felices! ¿Me oyes, Caperucita? Deberías decirme algo. Te estoy hablando muy en serio.
Pérez Antolín: El predominio de la sintaxis
Subió el volumen porque el ruido de las ametralladoras no le dejaba oír la emisión y en ese preciso momento salía su calle. Cuando le dispararon pudo ver por la televisión su propia muerte.
Profesora titular de la Universidad Simón Bolívar y otras prestigiosas instituciones docentes, Violeta Rojo aborda la figura de las sirenas en la mitología a propósito de la antología de la minificción realizada por Javier Perucho.
Entrevista a Lucía Díaz
Lucía Díaz, nacida en Buenos Aires (Argentina), conforma su trayectoria cultural desde sus dos pasiones: la escena y el relato. En esta entrevista recapitula su relación con la ficción mínima.
Cinco micros de Sergio Astorga
Erguido sobre sus patas traseras, única herencia que mantuvo firme de las fábulas, el dragón paseaba con su árbol, arrastrándolo como si fuera un animalito doméstico.
Un hombre. Una butaca. Un héroe de bronce en un parque helado. Un general muerto que dirige el tráfico de los que vuelven a casa buscando su lugar. Deberían existir más estatuas de bizcocho.
Tres microrrelatos de María Fraile
El chico ha reunido todo el valor del mundo para decirle que la quiere. Ella lleva en las manos una margarita a la que pregunta: "¿me quiere o no me quiere?". Un golpe de azar hace de la rueda de pétalos una mala consejera y, abrupta, habla a través de la voz temblorosa de la chica.