Juan Yanes: Mujer con maleta y otros micros


Nuevas ternezas del lobo

¡Eh, tú, niña, fisquito de nada, pulguita, alfeñique, trocito de rapadura, bichito malo, pequeñaja, melcocha, gusanito rojo! ¿No ves que soy yo, el Lobo Feroz, el que otila obsesivamente tu nombre por las esquinas, tu lobito bueno que se muere por tus cachos? ¿No ves que ando detrás de ti como si fuera el mismísimo Petrarca arrastrándose tras su nínfula que corretea de acá para allá por la Fontaine de Vaucluse? ¿Pero cómo? ¿No te da pena de mí, una especie secularmente acosada por la ignorancia de los hombres y en serio peligro de extinción? ¿De qué sirve tanta cultura literaria, si a la hora de la verdad claudicas ante la versión canónica de los Hermanos Grimm? ¿Para cuándo la emancipación de los personajes de las fábulas y los cuentos? ¡Ven y amémonos y olvidemos la crítica literaria, olvidemos a los exégetas y a sus epígonos y seamos felices! ¿Me oyes, Caperucita? Deberías decirme algo. Te estoy hablando muy en serio.



Mujer con maleta

Antes salía el sol por la mañana. Alguien lo colgaba allí como si fuera parte de una máquina de tramoya de un teatro. Tenías esa certeza, la salida del sol. Salía el sol y me iba al mar. Bueno, siempre me iba al mar, saliera o no el sol. En el mar paseas descalzo y muerdes el yodo de las algas. A veces nadas. Cuando nadas piensas: un día vendrá, de las profundidades, el gran mero a buscarme con su boca de cuchara.

Hoy fui al mar aunque no había salido el sol. Vi una mujer que caminaba hacia mí con una maleta en la mano. A unos veinte metros se paró, dejó la maleta en el suelo, se desnudó y se metió en el mar. Se puso a caminar con el agua a la cintura, con un pan en la mano. Daba de comer pan a los pececillos que se acercaban. Al cabo de un rato, había cientos de peces a su alrededor. Se fue metiendo en el mar y alejándose poco a poco de la orilla. Ahora sólo se veía su cabeza cada vez más pequeña, por efecto de la distancia. Pasó un rato. El sol salió violentamente de entre las nubes. Ya no la volví a ver.

La ropa y la maleta están aquí, sobre la arena. No sé si mañana saldrá el sol.



El universo

Me hubiera gustado estar al principio de todo, asistir de incógnito al nacimiento del universo, colgado por una pata sobre el vacío y ver salir la luz por primera vez y ver aparecer los objetos más ínfimos y las infinitas gotas que componen los océanos y saber si el universo tiene límites y si es cálido o es frío e inhóspito… Pero en ese preciso momento estaba sentado en el borde de la cama, atándome los cordones de los zapatos, y no pude pensar en nada.



Ovillada como un gato

Este silencio que te recorre lleno de recuerdos. Es mejor que no hables, es mejor recordar sin palabras. Las palabras son siempre demasiado explícitas. Sin embargo, los recuerdos vienen ahora envueltos en gasas y despojados de su antigua fealdad, casi como imágenes puras, frágiles, a decirnos sus cosas sin hacer ruido. Las palabras suelen ser bellas, pero equívocas, incluso diría que obscenas.

Sigue ahí, ovillada en el sillón de mimbre, como un gato. No andes por los pasillos de la casa murmurando cosas en voz baja. Pon la caja de los recuerdos junto a ti, ábrela y déjalos que se paseen delante de tus ojos. Son tantos los amigos que se han ido ya, que quizá la única manera de amar esté en el juego de las sombras. En alguna forma amable de memoria.



Precio

Vino el tasador y dijo que mi vida no valía nada.



JUAN YANES 

(Tenerife, 1947). Fui profesor de primaria durante quince años y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna, durante veintitrés. Mis cuentos han aparecido fundamentalmente en dos blogs, Máquina de coser palabras y El oscuro borde de la luz. En este último combino textos y fotos sacadas por mí. También han aparecido en la página de Letras, en La nave de los locoss, en el blog Il sogno del minotauro, en Químicamente impuro y en el blog de Gemma Pellicer, Sueños en la memoria, entre otros. También tengo varios cuentos publicados en las revistas Litoral, Trama y Texturas y Confluencia. Tengo publicados, asimismo, cuentos en varias antologías: La alquimia del agua (Consulcom) y Alquimia de la tierra (Universidad De Huelva), ambos de Santiago Aguaded y otros.; Minitextos para sonreír, Minitexto de amor y lujuria, y Minitextos comprometidos, publicados por Idea y editados por Elena Morales. Finalmente, el Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna me publicó Bestiario lector, librito del que se imprimieron cinco mil ejemplares que se repartieron gratuitamente entre el alumnado de la institución el Día del Libro del año 2004.



 Libros al Albur