Más cara
Me he despertado sin cara, estoy seguro de que me la han robado. A mí es la primera vez que me ocurre, pero estoy harto de ver gente con una cara que no es la suya. Llevo todo el día pensando en qué hacer, cómo salir a la calle, cómo reconocerme. He llamado a un carador urgente y me ha prometido traerme varias a lo largo de la mañana, pero mira, ya son las dos y no viene. Mientras tanto he roto varios espejos, he tratado de pintarme una, de modelarla con arcilla, hasta de darme miedo. Pero nada funciona, sin ella no sé ser yo. Y pensándolo bien, quizás no quiera seguir siendo yo. Así será todo más fácil, podré hacer la maleta, irme, ser quien yo quiera. Pero, ¿quién quiero ser?
Pesadilla
Tengo un sueño recurrente: tú me hablas en un bosque mientras un cuervo repite "ella ya no está aquí". Yo te busco entre los esqueletos de los árboles y, a medida que me pierdo, tu voz se aleja. Intento escapar pero las ramas se cierran sobre mí; después, siento un frío negro y me despierto.
Cuando por fin abro los ojos, tú estás a mi lado en la cama, te atraigo para recuperar el calor y, entonces, suspiras su nombre. Nunca el mío.
Estacional
Se instaló el otoño en casa y se cayeron las hojas de ruta; volaron los anocheceres, llovieron lágrimas y se nos vinieron abajo todas las sorpresas estivales. Llegó y se durmió la luz, se nos descascarillaron las pieles y se agrietaron las uñas con las que arañábamos los sueños.
Se instaló el otoño, se vaciaron las maletas de ilusiones y, aunque digan que todo es cíclico, yo voy a retomar la costumbre de no esperarte más.
La jaula
A mamá no le gusta que dejemos la jaula abierta. Por si se cuelan pájaros. Desde que se escapó el periquito de Laura y papá intentó atraparlo, chocó con la cómoda donde guardamos los manteles, con la mecedora de la abuela y cayó por la ventana. Cinco pisos. Mamá tiene miedo de que se cuele otro pájaro en la jaula. Echó las cortinas aquel día, cerró las ventanas. Y Laura, cuando mamá no la ve, abre la puerta, la cortina, la ventana. Por si entra el periquito. Por si vuelve papá.
Cementerios
Veo ese barco que yace viejo, descascarillado, lleno de herrumbre, que un día fue algo, y pienso en el día en que fue otra cosa. Si quizás un niño, inocente, de papel, si jugaron con él dos críos en una playa y luego creció, se hizo velero, navegó las tardes de verano con una pareja joven que hacía el amor en cubierta como si cada momento fuera único y eterno. Si maduró y se hizo carguero, para ganarse la vida, el gasóleo, alimentar a una familia de pequeños barcos de origami que terminaran siendo buques, cruceros, transatlánticos.
Y ahora, ahí varado, languidece sin orillas, sin cargas, sin velas, sin recuerdos de barco, en algún triste cementerio al que ni siquiera las sirenas llevan flores.
Pesadilla
Tengo un sueño recurrente: tú me hablas en un bosque mientras un cuervo repite "ella ya no está aquí". Yo te busco entre los esqueletos de los árboles y, a medida que me pierdo, tu voz se aleja. Intento escapar pero las ramas se cierran sobre mí; después, siento un frío negro y me despierto.
Cuando por fin abro los ojos, tú estás a mi lado en la cama, te atraigo para recuperar el calor y, entonces, suspiras su nombre. Nunca el mío.
Estacional
Se instaló el otoño en casa y se cayeron las hojas de ruta; volaron los anocheceres, llovieron lágrimas y se nos vinieron abajo todas las sorpresas estivales. Llegó y se durmió la luz, se nos descascarillaron las pieles y se agrietaron las uñas con las que arañábamos los sueños.
Se instaló el otoño, se vaciaron las maletas de ilusiones y, aunque digan que todo es cíclico, yo voy a retomar la costumbre de no esperarte más.
La jaula
A mamá no le gusta que dejemos la jaula abierta. Por si se cuelan pájaros. Desde que se escapó el periquito de Laura y papá intentó atraparlo, chocó con la cómoda donde guardamos los manteles, con la mecedora de la abuela y cayó por la ventana. Cinco pisos. Mamá tiene miedo de que se cuele otro pájaro en la jaula. Echó las cortinas aquel día, cerró las ventanas. Y Laura, cuando mamá no la ve, abre la puerta, la cortina, la ventana. Por si entra el periquito. Por si vuelve papá.
Cementerios
Veo ese barco que yace viejo, descascarillado, lleno de herrumbre, que un día fue algo, y pienso en el día en que fue otra cosa. Si quizás un niño, inocente, de papel, si jugaron con él dos críos en una playa y luego creció, se hizo velero, navegó las tardes de verano con una pareja joven que hacía el amor en cubierta como si cada momento fuera único y eterno. Si maduró y se hizo carguero, para ganarse la vida, el gasóleo, alimentar a una familia de pequeños barcos de origami que terminaran siendo buques, cruceros, transatlánticos.
Y ahora, ahí varado, languidece sin orillas, sin cargas, sin velas, sin recuerdos de barco, en algún triste cementerio al que ni siquiera las sirenas llevan flores.
Ana Vidal Pérez de la Ossa
(Madrid, 1973). Licenciada en Derecho, trabaja como redactora para una
editorial jurídica. Sorprendida y a ratos cansada por la aparente realidad,
escribe ficción a cualquier hora en su cabeza, en sueños y a veces en papeles
que se pierden, libretas que acumula, el blog Relatos de andar por casa y su muro de facebook. Algunos de sus
relatos están publicados en diferentes libros: Cuéntame una ilustración, de
Clara Varela (Editec@red), Primavera de microrrelatos indignados 2012 (Acen), De Antología, la logia del Microrrelato (Talentura), 201 Antología
de microrrelatos (Altazor).