MICRONESIA 024

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Con la prosa al cuello
Celeste Pita



EN UN BOSQUE DESANIMADO


Atravieso las coníferas tal cual prolongación de las zarzas, en su fragosidad y en sus espesuras. A veces me detengo, pensando en que la observación de la flora alivia el desengaño. Llego a intuir lo que encierra cada semilla dentro de sí como consolación al descontento, pero ya no viene a mí su olor. Ilusa de mí. Lo único que se impregna de la sensación vegetal es el  baldío de los carpelos que son ahora espinas. Este no poder agradecer ya el lenguaje de las arboledas. No padezco dendrofilia. Ya no cabe en mí más turbación sobre el paraje que recordar lo que, por merecer poético, llamaré noches de la exudación de un Sauco, o  tal vez despertares del Tilo al desnudo del tacto y calor. Quizá sea más fidedigno reconocer que, en mi exilio, me persigue ese aroma intenso del Castaño. Da igual. No hay florilegios ni analectas de botánica que narren esa sensación. Aunque sí serena la maleza, la metáfora y la trilogía impregnada en el decir :"Soy yermo/ cuerpo árido./ La  Savia de un Hombre custodia mi Pubis".



CON LA PROSA AL CUELLO

Qué tipo de prosaísmo me causa el viento cuando me fusiona con la escritura bajo los pliegues de estos álamos.

Podría decir que busco el abrigo, que me escondo de la inercia o que mi primer existir poético fue un acto copulativo a la sombra de un árbol. Pero esta necesidad de lirismo que me origina el aire me alcanza hoy en vileza. Pues nada más deseo que colgar la pluma de la rama y querer sentir bajo esa soga las secuelas de una palabra ahorcada. 

Su perpetuidad. 

Erecta, desfallecida y extenuada.



RIGOR MORTIS

Desconozco los síntomas del término. La atonía muscular de la coraza. Su contractura hasta el decaimiento final. La tensión-relajación-resignación in perpetuum mobile. Esa tricotomía distensiva de las vísceras continua en el tiempo sempiterno sin importar la brevedad del estar. 

Es que ya no hace falta morirse para dejar de respirar. Basta con temer la comprensión exánime de la palabra y agonizar hasta que desaparezca con la rigidez de su propio silencio.



SESO PARA DESALMADOS

Que el cerebro es una máquina compleja no es ninguna revelación, pero cuando la intención de la escritura no responde a tus expectativas no dejas de sorprenderte y tratas de buscarle una interpretación lógica del porqué, cada vez con más frecuencia, se malogra tu formato poético. En el mejor de los casos, las palabras buscan su pervivencia en otra dimensión expresiva. Y te da igual si te provoca más sensación de frustración que de privilegio. La única y persistente preocupación lírica que tienes es qué posible magnitud explica que tus dedos no alcancen las velocidades vertiginosas que necesita la poesía encerrada en tu cabeza.

Igual es que la escritura es la mayor de las mentiras y la expresión lírica o el proceso poético no se origina en la mente, sino en esa víscera carente de ubicuidad, cúmulo de quimeras, que solo los más faltos de raciocinio saben cómo se llama. Sí, ellos, independientes de género, a los que les fluye la sangre y se corren con tinta hasta formar el poema.

No seré yo quien os diga que a ese lugar le llaman Alma ni qué tipo de tempo Vivo esconde la poesía ahí. Yo, con palabras... no lo sé escribir.






 El Aforista




Presentamos una brevísima selección de microrrelatos o minificciones, de otros tantos autores latinoamericanos, realizada por nuestra coeditora Patricia Nasello. Todos ellos son escritores de una dilatada trayectoria literaria y firmemente comprometidos con el género exiguo, por lo que de algún modo esta es una muestra de amplio espectro, muy significativa, del estado actual de la narrativa breve en Latinoamérica.


Roberto Villar: Todo tiene su luz

Todo tiene su luz para que sea posible. No sólo para que sea posible verlo, sino crearlo. La mañana, la tarde, la noche, el salón, el sofá. Todo tiempo tiene su tiempo y todo tiene su luz, su música, su clima.


Los anticuentos de Esther Roperti

Esta Cenicienta era muy lista. Cuando bajó corriendo las escaleras de palacio, no sufrió cortaduras en sus pies: sabía que las zapatillas de cristal producen heridas. Y que dejan un rastro que siguen los príncipes fetichistas.




La paloma de la realidad, de Álvaro Campos

La memoria se está gastando, las billeteras no pueden ocultarse más. Sólo queda algo único, antes de que el mundo se desmorone: el encuentro constante e inagotable con la paloma de la realidad...


Seis micros de Carlos de la Fé

A veces somos el último refugio sobre el que un ser anodino es capaz de aplicar un toque extravagante, chic o sofisticado a su triste y aburrida vida.


Juan Yanes: Mujer con maleta y otros micros

¡Ven y amémonos y olvidemos la crítica literaria, olvidemos a los exégetas y a sus epígonos y seamos felices! ¿Me oyes, Caperucita? Deberías decirme algo. Te estoy hablando muy en serio.



Libros al Albur