Cinco micros de Nana Rodríguez Romero


Nana Rodríguez Romero, escritora colombiana, ha publicado los libros de poesía Permanencias, Hojas en mutación, Lucha con el ángel, El bosque de los espejos, El oro de Dionisios. La piel de los teclados; los libros de minificción La casa ciega y otras ficciones, El sabor del tiempo, Efecto mariposa. Estudio literario: Elementos para una teoría del minicuento. Ha sido invitada a varios encuentros de escritores y poetas en México, Uruguay, Venezuela y Colombia. Ha sido seleccionada para varias antologías nacionales e internacionales en poesía y minificción. Fue Becaria del Ministerio de Cultura y ganadora del Premio Nacional de poesía Ciro Mendía 2008. Trabaja como docente de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.


Borges y los gatos

Jorge Luis Borges amaba a los tigres y sentenció que Dios creó al gato para que el hombre pudiera acariciar al tigre. Es así que bajo la caricia de la lengua áspera de los pequeños felinos en sus manos, conoció la secreta escritura, el enigma que guardan en el fondo de sus ojos, la adoración que provocaron entre os faraones del antiguo Egipto.

Mi gato sube cadencioso las escaleras del altillo, se acerca, lame las manos del retrato de Borges, me mira, se acuesta a sus pies, y para mi asombro, forma un círculo frente al sendero de miradas que se bifurcan.



Ajedrez

Se dice que el juego del ajedrez originariamente era una técnica de adivinación que interpretaba el resultado de la batalla entre las fuerzas eternas del ying y del yang.

Más tarde en Praga, con la humedad de un sótano como testigo, un hombre de ojos triste vislumbró el ajedrez como un castillo habitado por reyes, damas, caballos y alfiles invisibles, custodiados por peones sonámbulos y torres que no duermen. Mientras en Buenos Aires, con fervor, un hombre de ojos que miran al infinito, poetizó que Dios mueve al jugador y éste a la pieza...ahora, yo solitaria, en el silencio de una ciudad sumergida, sobre mi cuadrícula de luces y de sombras, veo cómo el caballo traza una ele movido por mi mano y, relincha como una señal de la escritura de Dios, deseoso de que algún día esta secreta partida pueda finalizar en tablas.



El abrazo

Al ver cómo las últimas hojas del otoño se aferraban a los árboles, negándose a morir, se miraron a los ojos y para derrotar la soledad, inventaron el abrazo.



Paraíso americano

Americo Vespucio creía que la tierra de Indias era la sede del muy conocido paraíso terrenal, pero tres cosas le sembraron la duda: hasta ese momento, Eva no le había ofrecido la fruta y eso que andaba por ahí toda desnuda y provocativa; la serpiente era tan monstruosa que fue capaz de comerse al padre Adán, y la gran riqueza de la fauna le hizo pensar que todos esos animales no podrían haber cabido en el arca de Noé.



Verdad y ciencia

En época de marineros y piratas, cuando aún se creía que la brújula magnética era un artefacto de comercio con Satán, un hombre había oído que la piedra imán colocada bajo la almohada de una mujer infiel, haría que ésta confesara sus pecados. Su mujer, una cocinera bastante casquivana, a su vez, había oído decir que dicha piedra actuaba como medio anticonceptivo.

Su marido, nunca pudo lograr la confesión de la mujer infiel puesto que el olor de los ajos y la cebolla que emanaba de su cuerpo, neutralizaron el poder de la piedra.

Fue así, que el hombre tampoco se llegó a enterar que sus hijos no eran sus verdaderos hijos.



 Nosotros somos eternos



Santiago Gil: el nombre de los ausentes

Cada mañana escribía en un pequeño papel que luego se metía en el bolsillo, el nombre de alguno de sus muertos más queridos. Lo llevaba a todas partes y de vez en cuando recordaba la cara y los gestos del ausente. Al llegar la noche quemaba el papel y lo volvía a convertir en cenizas.

Tres micros de Alberto Sánchez Arguello

Caperucita se despidió de la abuela, apretó fuerte la canasta de comida y el fajo de dólares bajo su falda y se fue. Pasó un río amarrada a un neumático. Casi se mata al caerse del techo de un tren en movimiento.  Recorrió un desierto a través de infinitos túneles de tuberías oxidadas y malolientes.


Ocho micros de Elisa de Armas

Cada vez que termina un poema pliega el papel, forma una pajarita y la arroja por la ventana. Casi todas terminan en el suelo, arrugadas y polvorientas. Solo algunas, las portadoras de auténtica poesía, agitan las alas y se pierden en el horizonte.


Seis micros de Esther Andradi

Mi cara se parece cada vez más a una pasa. Las arrugas me visten la sonrisa de lomo de tortuga, el llanto de crisálida, la seriedad de pasa nomás. Por eso bebo tanto. Para macerarme en alcohol y así poder tragarme. Lástima que no puedo sobornar al espejo. Pero quizá termine disolviéndome en saliva, acogiéndome al privilegio de las hostias.


Gilda Manso: El viajero y otro micro

El hombre diminuto que vive desde siempre adentro del reloj de arena y el hombre no tan diminuto que vive desde siempre adentro del vientre de la ballena tienen algo en común: ambos creen que eso que ven es todo el mundo.


Tres micros de Javier Ximens

Las figuras del ajedrez, en perfecta ordenación, son ejércitos dispuestos a matarse por defender a su rey. Cuánto más me gustan tras la partida, amontonadas en la caja, las fichas mezcladas, ya sean blancas o negras, al margen del rango y sexo, tumbadas unas sobre otras, en una hermosa orgía bicolor. 


Seis micros de Francesc Barberá Pascual

Todo empezó cuando me trasplantaron las dos manos. En tan solo dos semanas ya era capaz de escribir y manipular objetos casi con normalidad. Sin embargo, aquello no era lo más asombroso. Al poco tiempo descubrí que podía tocar el piano, a pesar de no haberlo hecho en mi vida. Luego me pasó lo mismo con los malabares y la papiroflexia. Incluso llegué a hacer algún truco de magia.


Once micros de Sandro W. Centurión

La viste y enseguida supiste que matarías por ella. Te miró, y de inmediato supo que podría hacerte matar a quien quisiera.


Entrevista a Clara Obligado

Valeria Correa Fiz entrevista a Claro Obligado, reputada autora de microficciones y divulgadora del género a través de antologías y talleres literarios de merecida fama nacional e internacional.



 Uroboro