Cinco micros de Nélida Cañas


Nélida Cañas nació en la plenitud de la llanura de la provincia de Córdoba y vivió durante 25 años en la provincia de Jujuy, donde desarrolló su labor docente y publicó la mayor parte de su obra. Ha editado diez libros de poemas, así como, en narrativa, cuentos, microrrelatos, y una biografía fragmentaria, En la fragilidad de los días (2013). Ha recibido premios nacionales e internacionales y algunos de sus poemas fueron traducidos al italiano en la antología Buena letra 2, edición bilingüe, Commiso Editore (2014). Ha sido incluida en numerosas antologías, entre ellas Poesía del Noroeste argentino, SXX (2004), El límite de la palabra (2007), Monoambientes (2008), El microrrelato en Jujuy (2012), El microrrelato en el NOA (2013).


Fatalidad

La lluvia ha caído torrencialmente entre los dos. Ha desdibujado los contornos. Cuando extienden las manos para abrazarse, comprueban que han sido arrastrados en sentidos opuestos.



Cartas de amor

Para cubrir el frío de mis huesos, mi madre me escribió cartas de amor hasta que sus ojos se gastaron. Tanto, que ya no alcanzaban las letras que su mano dejaba atrás. Así sus cartas se convirtieron en un galimatías: repetían palabras, sílabas y hasta frases enteras.

Creo que lo que mi madre, aún sin saberlo, quería decirme es que el amor tiene instantes que iluminan y otros, que necesitan ser descifrados.



Himno en alta mar

En un arca que, ciertamente, no fue construida por Noé, se salvan del diluvio todas las especies arbóreas del planeta. Al límite del desastre y la esperanza, se abrazan en un himno sublime capaz de opacar el canto de las sirenas. Desde entonces nadie perturba la travesía de los navegantes.



Frase

“Comenzó a helarse por los pies”, el día estuvo lluvioso y ella caminó descalza. Pensó entonces que la primera frase había sido provocada por un dato real: el frío del piso en los pies descalzos. Sin embargo no era eso. La frase “Comenzó a helarse por los pies” tenía que ver con algo más.
 
¿Hasta dónde avanzaría el hielo que había comenzado por los pies?  Aún sentía alguna tibieza en el sexo y  en el vientre. También en la garganta, donde percibía un latido, una leve agitación de la sangre,  que veía correr desde el filo de la muñeca hacia el borde de los dedos.     


 
La ballena blanca

Ahora llueve. La lectura sobre una novela escrita por la ballena blanca me atrae: “Atónita, dice, fui de océano en océano, enamorada de los témpanos y de la niebla...” Dice más, pero sólo esa expresión tiene que ver conmigo, con la lluvia que cae y con esa sensación de perplejidad en la que sobrevivo  con el sólo propósito de narrar estas historias.



 Nosotros somos eternos



Santiago Gil: el nombre de los ausentes

Cada mañana escribía en un pequeño papel que luego se metía en el bolsillo, el nombre de alguno de sus muertos más queridos. Lo llevaba a todas partes y de vez en cuando recordaba la cara y los gestos del ausente. Al llegar la noche quemaba el papel y lo volvía a convertir en cenizas.

Tres micros de Alberto Sánchez Arguello

Caperucita se despidió de la abuela, apretó fuerte la canasta de comida y el fajo de dólares bajo su falda y se fue. Pasó un río amarrada a un neumático. Casi se mata al caerse del techo de un tren en movimiento.  Recorrió un desierto a través de infinitos túneles de tuberías oxidadas y malolientes.


Ocho micros de Elisa de Armas

Cada vez que termina un poema pliega el papel, forma una pajarita y la arroja por la ventana. Casi todas terminan en el suelo, arrugadas y polvorientas. Solo algunas, las portadoras de auténtica poesía, agitan las alas y se pierden en el horizonte.


Seis micros de Esther Andradi

Mi cara se parece cada vez más a una pasa. Las arrugas me visten la sonrisa de lomo de tortuga, el llanto de crisálida, la seriedad de pasa nomás. Por eso bebo tanto. Para macerarme en alcohol y así poder tragarme. Lástima que no puedo sobornar al espejo. Pero quizá termine disolviéndome en saliva, acogiéndome al privilegio de las hostias.


Gilda Manso: El viajero y otro micro

El hombre diminuto que vive desde siempre adentro del reloj de arena y el hombre no tan diminuto que vive desde siempre adentro del vientre de la ballena tienen algo en común: ambos creen que eso que ven es todo el mundo.


Tres micros de Javier Ximens

Las figuras del ajedrez, en perfecta ordenación, son ejércitos dispuestos a matarse por defender a su rey. Cuánto más me gustan tras la partida, amontonadas en la caja, las fichas mezcladas, ya sean blancas o negras, al margen del rango y sexo, tumbadas unas sobre otras, en una hermosa orgía bicolor. 


Seis micros de Francesc Barberá Pascual

Todo empezó cuando me trasplantaron las dos manos. En tan solo dos semanas ya era capaz de escribir y manipular objetos casi con normalidad. Sin embargo, aquello no era lo más asombroso. Al poco tiempo descubrí que podía tocar el piano, a pesar de no haberlo hecho en mi vida. Luego me pasó lo mismo con los malabares y la papiroflexia. Incluso llegué a hacer algún truco de magia.


Once micros de Sandro W. Centurión

La viste y enseguida supiste que matarías por ella. Te miró, y de inmediato supo que podría hacerte matar a quien quisiera.


Entrevista a Clara Obligado

Valeria Correa Fiz entrevista a Claro Obligado, reputada autora de microficciones y divulgadora del género a través de antologías y talleres literarios de merecida fama nacional e internacional.



 Uroboro