VERANO 2015


Cinco micros de Pérez de la Ossa

Me he despertado sin cara, estoy seguro de que me la han robado. A mí es la primera vez que me ocurre, pero estoy harto de ver gente con una cara que no es la suya. Llevo todo el día pensando en qué hacer, cómo salir a la calle, cómo reconocerme. He llamado a un carador urgente y me ha prometido traerme varias a lo largo de la mañana, pero mira, ya son las dos y no viene.


La tiranía de los espejos, de Carlos Vitale

De niño, en el barrio, se relataba la aventura de un vecino que había sobrevivido a un naufragio flotando durante una semana sobre una puerta. Desconozco quién era e incluso si la peripecia acaeció de verdad, pero no dejo de meditar en ese hombre, azul y agua, negro y agua, asido a una puerta por la que no es posible huir.


Diez micros de Ortiz Soto

Hundido en su sillón, Dios mira llover. Es el día cuarenta por la mañana, pero la oscura bruma no permite saberlo. En los escarpados picos de las montañas más altas, animales y humanos se disputan un palmo de tierra que, minutos después, yace bajo el mar. Son las agotadas aves migratorias las últimas en caer. En medio del océano anegado de muerte va el Arca con los pocos bendecidos. Aquello es todo lo que queda de su gran obra. Dios no puede más con tanto dolor y dispara…




Camps y sus pliegues en la realidad

De vez en cuando el mago se equivoca. Espera sacar un ramo de flores, pero aparece un manojo de espárragos. No se inmuta; es un artista, y rápidamente incorpora la novedad al espectáculo. Finge meterse un pañuelo en la boca y, cuando va a tirar de él, brota una ristra de salchichas. El público aplaude enfervorecido su originalidad. Nadie sospecha que la patata que hace flotar en el aire, por encima de su cabeza, es un imprevisto


Cinco micros de Pablo Gonz

Con esa paciencia típica de los dementes, el preso de la celda número 8 fue juntando trozos de alambre e hizo con ellos un barrote metálico que añadió con disimulo a los que cerraban su ventana. Luego, con otros desechos y mucha más paciencia, agregó nuevos barrotes y un apretado tejido hecho con fibras que recogía en el patio. También subía a su celda piedrecitas que iba pegando a los muros con chicle o con pegamento, incluso con masa de pan. Fue un trabajo tan delicado y constante que nunca, en ninguna de las revisiones técnicas, se descubrió que aquella celda era mucho más angosta y recogida que las demás.


Mónica Ortelli y sus criaturas del agua

A poco de hacer cumbre la suerte le fue adversa. Un descuido y ahora yace con las piernas rotas mirando una franja de cielo desde el fondo de una grieta. Solo. Nada sabe de los otros, los que fueron arrastrados por el agua durante la escalada. Ni sabrá, presume. Al menos hace unas jornadas que no ha vuelto a llover. Exactamente desde cuando se abrieron las nubes y el sol lo encegueció; el tiempo que lleva en la hendidura.






Entrevista a Virginia González Dorta

Empecé a escribir esos textos hace años sin ningún objetivo concreto. Era una mezcla de ejercicio de afecto con el reconocimiento de la escritura. De afecto, porque son semblanzas de alumnado que tuve en mis primeros años de maestra y me apetecía escribir lo que recordaba de ellos, su ingenuidad, su mirada limpia, su creatividad, sus detalles angelicales. Y respecto a la escritura porque ya en ese tiempo tenía el blog y me daba cuenta que una parte mía, nueva y sorprendente, se me presentaba y, además, precisaba de ella. Con el paso del tiempo, pensé en que todas esas semblanzas podían formar un libro y así lo he hecho.


Cinco micros de Paz M. Revillo

Observa cómo la fila se hace cada vez más corta. Dentro de nada le tocará a ella. Mete el dedo justo donde se está descosiendo el dobladillo del uniforme. El hilo se tensa sobre su dedo y al final cede a la presión.
Esta vez solamente tiene una pelea con su hermano y una desobediencia a su mamá. Tonterías. Necesita urgentemente algo más.


Cinco micros de Rubén Pesquera Roa

La caverna se abrió ante el flautista y, a su vez —a unos cuantos pasos de la entrada— apareció el abismal despeñadero. Cuando la última de las ratas se hubo precipitado al vacío, el artista exigió el pago convenido. De los notables de Hamelin sólo obtuvo como respuesta amenazas y carcajadas. Iracundo, regresó a la claraboya de la gruta e interpretó una nueva melodía.



EDITORA DE CONTENIDOS: PATRICIA NASELLO



Libros al Albur