EL NUEVO MUSEO DEL CONSEJERO


Cuando se abrieron las plicas, el Consejero contuvo la respiración: anhelaba que, entre los proyectos concurrentes, destacase uno, uno solo, que se impusiese a todos los demás por su originalidad y modernidad indiscutibles; nada le asqueaba más que sopesar razones, pros y contras, dudar entre opciones igualmente válidas. La política es agotadora: te exige decidir, optar por una sola propuesta desechando las demás, lo cual te granjea abundantes antipatías frente a una única adhesión. Una ruina. Así que, ante la perspectiva de que la apuesta estrella de su mandato, se tuviera que posicionar y definir de manera personal, directa y unívoca, le quitaba el sueño. Literalmente. Hacía dos semanas que apenas lograba encadenar dos horas seguidas de ausencia total, de abstracción completa; el resto, naufragaba entre especulaciones fantasmagóricas y amenazantes.




El secretario de la Consejería de Cultura empezó a leer los títulos de los proyectos destinados a dotar de contenidos artísticos el nuevo museo de la Comunidad. Lo hizo como de costumbre, como si no le atañese directamente nada de lo que allí se dirimiera (lo cual era rigurosamente cierto: él era funcionario y permanecería en su puesto, pasase lo que pasase). Al Consejero le irritaba aquella parsimonia. Es más, intuía que la exageraba para herirle aún más. En su fuero interno, el uno sabía que el otro estaba de paso, y el otro que el uno era inmune a los vaivenes inherentes a la política. Un funcionario no decide. Nunca. Por eso siempre duerme sus ocho horas diarias.

- "La olla podrida. Cien pequeñas piezas de grandes autores"... "El desdén con el desdén: la indiferencia supina en el arte contemporáneo"... "Cuatrocientas mujeres marginadas y quinientos inmigrantes creadores. La voz de la periferia cuando ruge, es que ruge de verdad"...

El Consejero empezó a sudar. Aquello era peor de lo que nunca pudo suponer. Ni una de las propuestas se aproximaba ni remotamente a lo que había soñado en sus largas noches de insomnio. Ninguna apuesta radical, inédita, sorprendente. Lluvia sobre suelo mojado. Tópicos vacíos. Gestos huecos. Retórica.

- "La indigencia plena. Retorno a las calles"... "Un día es un día es un día es un día: la cotidianiedad y lo sagrado"... "Mákina vs. Man vs. Woman vs. Mákina: dialécticas diarreicas"...

Rebuscó en sus bolsillos. Extrajo una pequeña pastilla. La colocó debajo de su lengua. Inspiró y espiró lentamente.

- "Uno por uno, dos. El arte como apertura de la mente al todo infinito"...

Un tenue sopor pareció invadirle. Incluso tuvo la impresión de que empezaba a soñar.

- "Blanco. En el principio, estuvo el gesto".

- ¡Un momento! -musitó el Consejero, con la voz tomada por la somnolencia.

- ¿Perdón? -inquirió el Secretario, atónito.

- Repita eso.

- ¿El qué?

- El título del último proyecto.

- "Blanco. En el principio, estuvo el gesto".

- Traiga acá.

El Secretario le tendió el sobre con la documentación del proyecto. El Consejero lo abrió con ansiedad. Algo le decía que allí le esperaba lo que había estado buscando: la piedra de roseta que le permitiría descifrar el futuro del arte, tan perjudicado en las últimas décadas.

Rasgó el sobre con decisión. Metió la mano en su inmaculada marsupia. Palpó como quien entreabre las cortinas del destino, pasivas desde tiempo inmemorial.

Nada. No contenía nada. Estaba vacío.

Se asomó al interior de aquel pozo inesperado. Abrió los ojos como platos.

Fue succionado.


José Luis Trullo





MICROFICCIÓN

La tiranía de los espejos, de Vitale

De niño, en el barrio, se relataba la aventura de un vecino que había sobrevivido a un naufragio flotando durante una semana sobre una puerta. Desconozco quién era e incluso si la peripecia acaeció de verdad, pero no dejo de meditar en ese hombre, azul y agua, negro y agua, asido a una puerta por la que no es posible huir.

Diez micros de Ortiz Soto

Hundido en su sillón, Dios mira llover. Es el día cuarenta por la mañana, pero la oscura bruma no permite saberlo. En los escarpados picos de las montañas más altas, animales y humanos se disputan un palmo de tierra que, minutos después, yace bajo el mar. Son las agotadas aves migratorias las últimas en caer. En medio del océano anegado de muerte va el Arca con los pocos bendecidos. Aquello es todo lo que queda de su gran obra. Dios no puede más con tanto dolor y dispara…





HAIKUS


Herme G. Donis nació en Villalón de Campos (Valladolid) en 1951, aunque desde su infancia se encuentra ligada a Asturias. Ha publicado los libros de poesía Catón de infancia (Avilés, 1983), Marginalia urbana (Oviedo, 1986), El fuego desvelado (Madrid, 1987), Mientras el tiempo pasa (Mieres del Camino, 1989), Peregrinas andanzas (Gijón, 1997) y Vida y memoria (Antología 1983-2002). Actualmente reside en Madrid, donde colabora asiduamente en diversos diarios y revistas especializadas en literatura. Los haikus que publicamos han sido seleccionados por la propia autora.

Los haikus de León Molina

León Molina nació en Cuba en 1959 y llegó a España en 1966. Actualmente su vida se reparte entre la ciudad de Albacete y la aldea de Yetas, en el municipio de Nerpio, en la sierra albaceteña. Se declara a sí mismo como "un empedernido lector de poesía y apasionado observador de la naturaleza. Y suelo tener a mano papel y lápiz". Ha publicado varios libros de poesía (el último de ellos, El taller del arquero) y una recopilación de sus aforismos (titulada Mapa de ningún sitio) en la editorial sevillana La Isla de Siltolá. 




AFORISMOS


Alejandro Lanús (Buenos Aires, Argentina 1971), es un escritor y poeta creador de aforismos, autor de Umbrales. Pulsaciones de una verdad esquiva, de la que proceden los textos que aquí reproducimos. Es la suya una concepción del aforismo estrictamente poética, que se decanta por la insinuación gnómica que entronca con la tradición oriental, principalmente de ascendencia budista y zen, dejando de lado la vena moralista clásica de la escuela francesa. Incidiendo en la contradicción que implica lo creado y la necesidad de superarla mediante un salto epistemológico que trascienda la dualidad, Lanús alumbra trallazos de luz para tratar de ubicarse fuera de la tensión de lo real, e invitar al lector a acompañarle en su viaje.


Karlos Linazasoro (Tolosa, 1962) es licenciado en filología vasca y bibliotecario de profesión. Ha cultivado, en euskera, casi todos los géneros literarios: literatura infantil y juvenil, narrativa, teatro, poesía y periodismo. Aunque el grueso de su obra se ha publicado en euskera, se han sido traducidas al castellano: Depósito ilegal (Alberdania, 2006) y Itoko dira berriak. Ménsula que el cielo sostiene (Atenea, 2005). En el ámbito aforístico, ha publicado Lo que no está escrito (Eclipsados, Zaragoza, 2010). Los aforismos que presenta Microfilias proceden de su último libro, Nunca mejor dicho, recién publicado por la editorial Trea, de Gijón.




NANOENSAYO


José Luis Trullo comparte con nosotros tres notas de opinión reflexiva, o reflexión opinativa, sobre otros tantos temas de actualidad: el culto a la emoción en la cultura contemporánea, la manipulación inherente a los discursos contrarios al miedo, y la apuesta por el concepto de esmero frente a la exaltación del esfuerzo como fuente de acierto en las propias acciones.


Leyenda y función de la utopía

Contra cierta tendencia actual a reivindicar, de nuevo, un concepto tan añejo y caduco como el de utopía, el profesor Miguel Catalán nos advierte acerca del peligro que acecha detrás de sus cantos de sirena, y que no es otro que la fácil consolación imaginaria y sus efectos disuasorios respecto a una transformación efectiva de la realidad.




DIETARIOS


El escritor chileno Álvaro Campos escribe: "Desconfio un poco de los que sienten la literatura como algo suyo, desconfio en que la utilicen, orgullosos, como un medio para algo más. No existe ese "suyo", no existe ese "algo más". Sólo existe el malestar, el desgarro, la impotencia del choque de la ola turquesa de la imaginación, contra la masa tosca y gris de la arena de la realidad. El que escribe está condenado a desplazarse descalzo por la fisura, por los dolores del nómada, por los desvelos de la presa. Convaleciente del mundo, ni real ni imaginado, segrega algo que no sabe y en lo que no cree, algo que no genera ninguna ganancia y protección. El que escribe es sacerdote y sacrificio al mismo tiempo. Entonces ¿Que le pide el escritor a sus dioses mudos? Pide que lo liberen del pedir..."