MICRONESIA 008

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Tres microrrelatos
Marta Kapustin


MI QUERIDA

Fuimos novios.

Yo tenía once, él trece. Él de granitos, yo me salvé. Mínima y ya una charleta. Él altísimo y parco. Nuestro noviazgo consistía en ir de la mano al centro a tomar una coca de la mano y de la mano volver caminando para arrullarnos en la puerta de casa. Más prolongadísimas charlas telefónicas para leernos los poemas que concebíamos de a montón: los suyos de amor, los míos sobre la injusticia en general y la de mis padres y maestros en especial.


Pero un día, harta de sus mudeces, lo dejé.

No volví a verlo hasta el viernes pasado. Es biólogo marino y pronunció una conferencia en la universidad sobre un tema que es trabalenguas. Sentada en última fila, por si acaso. Sin embargo, cuando finiquitaron los aplausos me acerqué. Sonreímos, nos reímos de hecho. Y me abrazó. Sin disimulo. Con total delicadeza me abrazó y al oído me dijo: mi querida, mi muy querida, nunca entendiste que con mis versos trataba de decirte lo que era incapaz de verbalizar.

Usé como excusa que debía regresar al consultorio y salí, literalmente, corriendo. No llegué muy lejos. En el primer baño que encontré me escondí para llorar. Sin consuelo lloré.


AHORA MISMO

La despertó el zumbido del celular. Apenas amanecía. Mirá las noticias, le dijo su hermano y cortó de inmediato.

Hacía cinco años, desde la muerte de sus padres, que no se comunicaban por una disputa en relación a la herencia. No era una gran suma, pero ella portaba un orgullo inapelable, y no quiso atender razones ni darlas. Dejaron de verse. Y de a poco dejó de extrañarlo.

Encendió el televisor e hizo un esmerado zapping. En cada canal la misma foto. Se instaló de modo tal de tenerla en la mira, boquiabierta, aturdida y desasosegada. La foto no coincidía con el texto que los locutores leían y menos con lo que callaban.

Se declara enferma y avisa que ese día no irá a trabajar. Nada más quiere estar allí, abulonada ante al aparato, trotando de un noticiero a otro. Aullar, si supiera. Llorar, si pudiese.

Al filo de la noche su soledad -la que venía toreando con éxito, la que su orgullo inapelable le enseñó a encubrir- se hizo insoportable.
Con extremo pudor llamó a su hermano y él respondió y ella dijo estoy viendo y él dijo yo también y ella pidió casi rogó y él dijo ahora voy agregando no tenés que disculparte antes de cortar.

Llega y se sienta a su lado. Juntos a no perder de vista la foto. Y cuando ella se lanza a sollozar y a moquear y a retorcerse las manos, ni la abraza: simplemente permanece a su lado frente al televisor.


RECAPITULAR

Morris se despertó con el sobresalto típico: no sabía dónde estaba ni cómo llegó hasta allí. A su lado, durmiendo desnuda y enrollada en el edredón, una pecosa melenita corta.

Encontró el jean y se encerró en el baño a recapitular. Veamos: una fiesta de psicólogos, un grupo de chicas que bufonean y coquetean sin ambages, y él optando por la pecosa (¿Mili, Bibi, Lily?). Luego un rincón, una terraza, unos besos en la llovizna. Ella lo invita a la casa. Bailan, cabriolean. Y sin demora lazar, calar, mordiscar, enzarzar.

Recién cuando bucea en su cintura acristalada se da cuenta que ésta no es aquélla a la que amó y lo abandonó.

La pecosa prepara el desayuno. No hay mucho. Improvisa. Es sábado y sigue lloviendo. Morris logra vestirse y se sienta en la otra punta, del lado de la panera y la macetita de cilantro. El café, la leche, revolver el azúcar con retardo.

- Dormiste muy agitado.
- ¿Yo? ¿Ah sí? No, no me di cuenta. Perdón, espero no haberte molestado.
- No hay nada que perdonar – dice, se acerca, y le apoya (suavidad extrema) la mano en la mejilla, sin mirar, sin mirarse.
Entonces Morris se larga a llorar. Y llora, reteniéndole la mano, hasta que se le desestruja el pecho.
- Mirá Lily…
- …Vicky…
- ... sí, claro, Vicky. No sé.  Yo no sé. No tengo idea. A lo que voy: es que no sé ahora qué decir…
-…no digas nada. No lo necesito. No lo necesitamos.


Marta Kapustin

Psicoanalista, artista plástica y escritora argentina. Viví y construí mi familia en México, y resido actualmente en Alemania. Desde muy joven publiqué poesía y prosa. RH-Mondadori editó en Buenos Aires mi primera novela Inquietud. La próxima novela Ahora mismo será publicada en breve. Expuse mis cuadros en Argentina, Alemania y varias ciudades de Latinoamérica. Su blog, del que proceden estos microrrelatos, es Dejamos por hoy.




El Aforista