MICRONESIA 023

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Lluís Badosa i Tubau.- Después de la reciente La nada griega (Madrid: Sequitur, 2014), Miguel Catalán nos vuelve a entregar con La ventana invertida un ramillete de pensamientos cortos, una excelente recopilación de aforismos tan actuales como toda su notable y prolífica obra.


Catalán es uno de los principales filósofos de la España actual. Aunque en el último cuarto de siglo ha publicado más de treinta libros entre novelas, narraciones, diccionarios, recopilaciones de artículos y ensayos, es en el ámbito del pensamiento organizado donde su figura destaca con mayor relieve. Me refiero a su monumental obra Seudología, un tratado sobre la mentira en todas sus facetas que en estos días ha visto publicar sus volúmenes V y VI. Es con este tratado con el que ha alcanzado su cenit filosófico y creativo. La contemporaneidad de Miguel Catalán puede hacernos olvidar la profundidad de una obra que quizá haya de esperar un tiempo para ver reconocido todo su valor.

La ventana invertida es el tercer volumen de aforismos paradójicos de Catalán. Aquí conocemos a un autor distinto del seudológico; nuevo no por desviarse de sus intereses intelectuales bajo un prisma siempre serio, profundo y meditado, sino más bien por lo delicado de  sus agudas observaciones cotidianas. En estos libros de aforismos y paradojas descubrimos la asombrosa realidad que nos envuelve a diario sin darnos cuenta, una realidad que él va apuntando minuciosamente para hacernos luego sentir en la singularidad de cada uno de sus momentos. Haciendo uso de una característica ironía, el libro no ahorra críticas bienhumoradas al Rey, al gobierno, al ejército, a la Iglesia entre otras instituciones que nos rodean desde arriba:


La criminalización de la víctima es la primera astucia de la conciencia culpable.

Un pueblo de masoquistas que vota una y otra vez un gobierno sádico.

Al besarla borró el carmín de sus labios. Pero cuando separaron sus bocas la pintura ya no importaba.

En España el Fiscal del Estado es el abogado de oficio de los imputados pudientes.

ELECCIÓN: O las religiones del Libro o la filosofía de los libros.


Y así hasta ciento treinta y una paradojas. Como los buenos poemas, el placer de la lectura de La ventana invertida  solo es superado por su relectura, pues siempre se encuentran en ella nuevos matices.  Como viene siendo habitual en sus tres libros aforísticos, este también acaba con cinco flores tomadas, como diría A. Bioy Casares, de jardines ajenos. Haciendo un homenaje a cinco grandes escritores estimados por el autor, reproduce aquellos de sus pensamientos paradójicos que le hubiera gustado concebir en su lugar. En este caso, obras maestras de la brevedad pensante de Jules Renard, Arthur Schopenhauer, José María Martínez Selva, Charles Ludlam y Bernard Shaw.

Uno queda a la espera del nuevo libro de paradojas de este maestro del aforismo que es Miguel Catalán; para acortar el tiempo, conviene recordar la paradoja que preside este último, La ventana invertida. Es de Friedrich Nietzsche y dice: “A lomos de todas las paradojas se cabalga hacia todas las verdades”.


M. Catalán, La ventana invertida. Trea, Gijón, 2015.



 El Aforista





Presentamos una brevísima selección de microrrelatos o minificciones, de otros tantos autores latinoamericanos, realizada por nuestra coeditora Patricia Nasello. Todos ellos son escritores de una dilatada trayectoria literaria y firmemente comprometidos con el género exiguo, por lo que de algún modo esta es una muestra de amplio espectro, muy significativa, del estado actual de la narrativa breve en Latinoamérica.



Todo tiene su luz para que sea posible. No sólo para que sea posible verlo, sino crearlo. La mañana, la tarde, la noche, el salón, el sofá. Todo tiempo tiene su tiempo y todo tiene su luz, su música, su clima.



Esta Cenicienta era muy lista. Cuando bajó corriendo las escaleras de palacio, no sufrió cortaduras en sus pies: sabía que las zapatillas de cristal producen heridas. Y que dejan un rastro que siguen los príncipes fetichistas.



A veces somos el último refugio sobre el que un ser anodino es capaz de aplicar un toque extravagante, chic o sofisticado a su triste y aburrida vida.



¡Ven y amémonos y olvidemos la crítica literaria, olvidemos a los exégetas y a sus epígonos y seamos felices! ¿Me oyes, Caperucita? Deberías decirme algo. Te estoy hablando muy en serio.



Subió el volumen porque el ruido de las ametralladoras no le dejaba oír la emisión y en ese preciso momento salía su calle. Cuando le dispararon pudo ver por la televisión su propia muerte.



 Libros al Albur