MICRONESIA 006


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Permanecer en lo oscuro
Yamileth Latorre


Trayecto

Gestarse, permanecer en lo oscuro, con la cabeza hacia dentro; si es posible, de pie (en orden inverso) ensayando a pisar el cielo. Gestarse, no sacar todavía el torso, los dedos. Quedarse adentro hasta recién alcanzar la luz por saturación. Nada garantiza que eso suceda. A veces atravesamos el cosmos amniótico y nacemos muertos: a otra oscuridad.


La voluptuosidad del miedo

De repente, el hombre es absorbido por la sensación voluptuosa de caída, y cae. Su caída se asemeja al salto. Proviene de un cuerpo que intenta retroceder pero se dispara. El miedo acelera el trayecto hacia la oscuridad de lo temido. Completa la tragedia. Se parece al deseo. El miedo es el deseo. Sin embargo, es posible transitar el peligro con una venda en los ojos y salir ileso. Ignorar toda profundidad para no llegar al ahogamiento. No mirar el vacío y flotar sobre una superficie inconstante. Es posible no desear y sobrevivir. La fuerza de gravedad se alimenta del miedo. El miedo hace que los cuerpos desolados tambaleen, cedan y caigan. El miedo no salva. El miedo envuelve. Es un abrazo triste que ofrece ternura.


Disquisiciones sobre el yo

Cuando no soy yo, soy más yo que nunca: es en la negación que me identifico doblemente: soy el yo que no es, que ha sido pero ya no, que se arrepiente de todo, que reniega de su esencia, que huye de sí mismo y —en su huida— regresa hasta lo más profundo para emerger con otra sonrisa, otro aire, otro ser, extraño ser, que, al no parecerse en nada al que verdaderamente es, se contamina lo mismo que se purifica y va por ahí con un secreto incrustado: visible sólo como acertijo.


Contradicciones de la desnudez

El nudista que revela todo y no está dispuesto a renunciar a esa exhibición. Sin embargo, reniega de los ojos que se fijan en él. Sólo quiere mostrar sin ser visto. Si tuviera que colocar un cartel que antecediera a su cuerpo, este diría: «Cierra los ojos».


La escena

Es preciso saltar a tiempo del escenario para aplaudir a rabiar aquel acto cumbre en el que ya no estás. Ser —sencillamente— quien lanza la rosa desde la oscuridad.



YAMILETH LATORRE

(Cuzco, Perú). A los diez años ideó y condujo su primer programa de radio para grandes. Participó en festivales de poesía y narrativa en México y Venezuela. Obtuvo el segundo premio en el concurso El cuento de las mil Palabras (revista Caretas, 2010) y fue finalista del mismo certamen en 2008. Cree con fervor en la música, pero no baila. Su obra literaria permanece inédita por voluntad propia. Radica en Lima.





El Aforista




Presentamos una brevísima selección de microrrelatos o minificciones, de otros tantos autores latinoamericanos, realizada por nuestra coeditora Patricia Nasello. Todos ellos son escritores de una dilatada trayectoria literaria y firmemente comprometidos con el género exiguo, por lo que de algún modo esta es una muestra de amplio espectro, muy significativa, del estado actual de la narrativa breve en Latinoamérica.


Roberto Villar: Todo tiene su luz

Todo tiene su luz para que sea posible. No sólo para que sea posible verlo, sino crearlo. La mañana, la tarde, la noche, el salón, el sofá. Todo tiempo tiene su tiempo y todo tiene su luz, su música, su clima.


Los anticuentos de Esther Roperti

Esta Cenicienta era muy lista. Cuando bajó corriendo las escaleras de palacio, no sufrió cortaduras en sus pies: sabía que las zapatillas de cristal producen heridas. Y que dejan un rastro que siguen los príncipes fetichistas.




La paloma de la realidad, de Álvaro Campos

La memoria se está gastando, las billeteras no pueden ocultarse más. Sólo queda algo único, antes de que el mundo se desmorone: el encuentro constante e inagotable con la paloma de la realidad...


Seis micros de Carlos de la Fé

A veces somos el último refugio sobre el que un ser anodino es capaz de aplicar un toque extravagante, chic o sofisticado a su triste y aburrida vida.


Juan Yanes: Mujer con maleta y otros micros

¡Ven y amémonos y olvidemos la crítica literaria, olvidemos a los exégetas y a sus epígonos y seamos felices! ¿Me oyes, Caperucita? Deberías decirme algo. Te estoy hablando muy en serio.


Pérez Antolín: El predominio de la sintaxis

Subió el volumen porque el ruido de las ametralladoras no le dejaba oír la emisión y en ese preciso momento salía su calle. Cuando le dispararon pudo ver por la televisión su propia muerte.



Libros al Albur